
Eso me llevó, por salto lógico, a acodarme que en general yo sueño con bibliotecas, donde encuentro libros con cuentos maravillosos… con una reminiscencia a la biblioteca de mis padres y a esos volúmenes raros que alguna vez mi papá compró en un remate; algunos editados a fines del siglo XIX, otros verdaderas joyitas, como la edición gigante de las obras completas de Julio Verne, en papel de biblia y con bordes rosados, que afuera muestra el gran globo de La Vuelta al Mundo en 80 días.
Lo que a su vez me llevó a pensar las cosas raras que una tiene… ¿por qué no soñaré con volar, como todo el mundo? Y eso de no ser como todo el mundo desvió mis ojos hacia mis brazos, o mejor dicho, hacia mis codos. Yo tengo los brazos “al revés”. Si los estiro con las palmas de mis manos hacia arriba, el codo queda hacia abajo. Pero si doy vuelta la mano, el codo no se da vuelta, como a la mayoría de la gente le pasa, sino que permanece en la misma posición.
No sé cómo explicarlo mejor, ni tengo idea de cuál es el nombre científico. Sólo sé que una amiga que tiene lo mismo – y fuera de mi mamá y mi hermana, sólo encontré a una persona con características similares a los 24 años de vida-, me dijo que brazos como los nuestros estaban hechos para el lanzamiento de la bala (¡!). Además en cada antebrazo tengo una marca, como una rayita, que también corresponde a estos codos raros.
Tengo otras rarezas más comunes. No soporto a las arañas (sólo hace unos días quedé en ridículo en la oficina cuando me puse a gritar como loca cuando una de esas monstruosidades apareció debajo de un mueble); en las micros sólo le doy plata a la gente que canta, para agradecer su esfuerzo; nunca miro los espejos de noche y con la luz apagada (¡qué susto!); siempre cuento los escalones cuando subo, pero después nunca me acuerdo de cuántos son…
Todavía escribo un diario de vida; y guardo agendas, cartas, esquelas y dedicatorias desde los años del colegio… por mucho que he intentado botarlas, no he podido, porque tengo miedo a olvidar esa época.
Tampoco estoy bautizada, ni mi hermana ni mis primos por parte de madre, por lo que mi abuelita dice que somos moros y que nos vamos a ir al Limbo… En general soy lo que podría definirse como atea, pero creo firmemente en la reencarnación y ahora comienzo a pensar en una entidad superior como masa de energía que lo envuelve y define todo, que incluye el bien y el mal dentro de sí.
Antes, cuando sólo existían los teléfonos fijos, sabía siempre cuando una llamada era para mí, porque encontraba que el ring era distinto. No puedo tener un chocolate en la casa por mucho tiempo, porque caigo en la tentación y me lo como (por ejemplo ahora).
¡Tanta rareza y manía en este pedazo de espacio que ocupo!