sábado, 15 de noviembre de 2008

MANDANOS UN TERREMOTO

En el colegio, un profesor nos contó una vez que Violeta Parra fue un día al correo a enviar el siguiente telegrama: “Diosito, por favor, mándanos un terremoto”. Resultado: el terremoto de Valdivia de 1960, uno de los más grandes que ha vivido la Humanidad desde que se registra este tipo de movimientos telúricos, y que modificó sin miramientos la geografía de esa zona del sur de Chile.

No tengo idea si la anécdota es cierta o no, nunca volví a escucharla ni verla escrita en algunos de los libros que hablan de la Viola Chilensis. Pero siempre me ha quedado dando vueltas, y en estas últimas semanas, más que nunca.

El profe decía que Violeta creía que el país había llegado a un punto de no darse cuenta, de hacerse daño y que sólo un evento de la naturaleza, una catástrofe de esas que de vez en cuando nos afectan, lograría que los chilenos pudieran separar lo bueno de lo malo y valorar lo que tenían.

Como decía, esta historia siempre me rondó, y particularmente en estos belicosos últimos días. No sé qué pasa, será la época del año, serán las conjunciones de los astros, será el agua… pero los conflictos se respiran en el ambiente.

Yo misma, creo que nunca en mi vida había sentido tanta rabia acumulada. En estas últimas semanas, he dicho cosas hirientes, he puesto caras feas y he buscado camorra por todos lados. Envié un correo electrónico horroroso, donde solté todo mi veneno, con el único fin de que la persona receptora se alejara de mí (y lamentablemente lo conseguí).

¿Será que necesitamos de vez en cuando un terremoto? Y si es así… ¿cómo se le manda un mensaje a Dios en estos días? ¿Alguien lo tiene en Facebook o en el MSN?