viernes, 31 de octubre de 2008

BRUJAS… A MUCHA HONRA?? (A proposito de Halloween)

Una ex pareja mía decía que todas las mujeres eran Tabatha, Samantha o Endora… O sea, lo que él insinuaba, refocilándose en su ingenio, era que todas las mujeres teníamos, cuál más cuál menos, una bruja adentro, presta a saltar ante el menor signo de que el caballero de turno quería liberarse de nuestro yugo.

Yo creo que ese tipo de lenguaje, maniqueo, en cierto modo chantajista, no hace bien. Porque daba lo mismo si yo tenía o no razón, él me etiquetaba de bruja, y peor aún, delante de otros. Por lo tanto la causa no importaba, quedaba la idea que yo era la bruja, la que se hacía problemas sin razón y lo coartaba para juntarse con sus amigos, ver un partido, etcétera.

Una vez más, reflexiono ante el poder que tienen las palabras, más peligrosas que una espada, y cómo la gente sin darse cuenta, provoca heridas profundas al otro, al etiquetarlo.

Yo creo que el hecho que me hayan tratado de “Bruja”, ha sido una de las razones por las que en relaciones sucesivas me ha dado susto exigir cosas que al resto de mis amigas les parecen tan obvias… Bueno, es una de las razones, las otras no vienen al caso.

Además, si hubiera sido bruja… hace rato que habría convertido a varios en sapo!!!!

domingo, 12 de octubre de 2008

LA MATINE

Hoy fui al viejo y querido Cinearte de Viña. Ese del que siempre he dicho que me haré socia, para evitar que muera. Al final, nunca lo he hecho, pero la sala, pese a ello, sigue (sobre) viviendo.

Me senté en una de sus rígidas butacas, y por un momento, extrañé la comodidad de las multisalas con sus asientos reclinables. Pero, mientras empezaba la proyección y yo atacaba mis lenguas de gato de Sausalito, evocaciones antiguas me rodearon.

Recordé mis primeras idas al cine, con mi madre, sobre todo cuando me llevaba a la matiné del cine Metro de Valparaíso, o al Rex de Viña, para ver las películas de Walt Disney.

Me acuerdo también de una vez que mi abuelito me llevó a ver una obra de teatro, “Simbad el Marino”, al cine Olimpo; o cuando, en Santiago, mi mamá me llevó a ver “Los Aristogatos” a un cine del Paseo Ahumada, pero era tan larga la fila que no alcanzamos a entrar, y para consolarme nos fuimos al café Paula a tomar una copa de helado.

Otra vez, que mi hermana estuvo enferma en el Hospital del Niño, para compensar un poco el tiempo que había estado solita, partí con mi mamá a ver “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”.

¿Te acuerdas Dani de cuando fuimos a ver Spiderman, y corrimos como locas por los pasillos para ganarle a todos los cabros chicos y recién cuando empezó la peli nos dimos cuenta que era doblada y no subtitulada? (Ay nuestro eterno anecdotario!!!)

Ir al cine es todo un rito, que incluye la compra de un dulce tentempié (cuando chica eran chocolates o esas frambuesitas que rompen el paladar; ahora son las cabritas o “pop corns”, o chubis, o bombones), el nervio de llegar a la hora para alcanzar a elegir el mejor asiento, la espera con esa música bobalicona, no importa qué tan moderna sea la sala.

Mi parte favorita de todo el proceso son las sinopsis de otras películas, casi no vale la pena quedarme al resto si no alcanzo a ver los trailers con tranquilidad y ojo clínico… al final, me entusiasmo y quiero verlas todas.

Ya de grande, recuerdo la primera vez que fui sola al cine. La película era “Memento”. Éramos como seis en la sala, pero al final quedamos tres. La gente más vieja, perdón, de más edad, se fue porque no entendió la estructura de la película.

Cuando termina la proyección y aparecen los créditos, me gusta quedarme un rato a saborear la sensación que me deja la película, no importa que no haya sido de las mejores, es un rito, como dije, impregnado en mi vida.

jueves, 9 de octubre de 2008

TODAVIA

  • No veo una aurora boreal
  • No me acuesto de espaldas a ver el cielo de la Capilla Sixtina
  • No me atrevo a pasar la sal en la mano para no pelear (y no soy supersticiosa)
  • No me bajo en la gruta frente a la José Miguel Carrera a mirar los letreritos y enterarme de la historia detrás de la animita
  • Recuerdo el pacto que hice con un compañero de colegio para ir a visitarnos después de muertos y contarnos qué hay al otro lado
  • No logro separar corazón y cabeza y hacer caso de los mismos consejos que doy a otros
  • Pido un deseo con la primera fruta de la estación
  • Cuento cada escalón que subo
  • Siento, contra toda lógica, que las arañas me van a saltar encima
  • Me despierto cada mañana pensando en mis fantasmas, pidiendo encontrarme con uno y que el otro se esfume para siempre
  • No logro entender que los fracasos no son acumulativos
  • No decido si Dios existe o no, pero…
  • Creo que la religión es uno de los peores males de la Humanidad
  • Creo que existe una media naranja, aunque puede que nunca llegue a encontrarla
  • No aprendo a ser rencorosa y a que los enojos no se me pueden pasar tan rápido
  • Creo que el mundo se divide en buenos y malos
  • Pienso que un día me voy a despertar con la epifanía de entenderlo todo
  • No lloro en un hombro acogedor por todas las penas acumuladas
  • Pienso que hay una razón para todo, lo bueno, lo malo, lo inexplicable
  • Creo que la frase de Silvio que dice que “lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida” es lo más cierto que he escuchado jamás