viernes, 20 de marzo de 2009

CAMBIOS Y MUDANZAS




Me he cambiado tantas veces de casa que intenté contarlas ahora y perdí la cuenta… Desde chiquitita y por diversos motivos, junto a mi familia nos mudábamos de una casa a otra, de una comuna a otra. Eso sí, geográficamente hablando, lo más lejos que nos movimos fue entre la V región y Santiago…


Lo curioso es que si ese constante acarrear pertenencias de un lado a otro era algo que cuando niña podía atribuir a decisiones de mis padres, en mi vida adulta no ha sido muy distinto. Aun cuando logré el sueño de la casa propia ansiado por todo buen compatriota, agarré mis bártulos (es chistosa esa palabra) y partí a acomodarme en un nuevo hogar.


Por supuesto, la mudanza en sí es un trance odioso, y las últimas dos veces me ha causado malestares físicos e incluso psicológicos (no diré psiquiátricos, pues me suena mucho más grave y permanente, quiero pensar que ya pasaron).


Que el salvoconducto, que el flete, que los pobres muebles zarandeados, que el clavito que no le hace, que por acá falta un enchufe, que esta llave gotea, que la cama no entra… es una larga lista de pequeños problemitas que se van acumulando.


Esta vez mi martirio principal fue trasladar los servicios de cable, Internet y teléfono. Gracias VTR, creo que si sumo todo el tiempo pasado al teléfono intentando YO desenredar SUS enredos, sería al menos medio día colgada al teléfono (para el que lea esto, un consejo: mejor cancele los servicios y los contrata de nuevo. NUNCA los traslade. Y no digo que cambie de compañía porque de la otra he escuchado problemas similares y hasta peores).


Estoy divagando. No quiero quejarme del trauma de la mudanza, porque me he dado cuenta que pese a todo me gusta. Hasta este momento de mi vida, el cambiarme de una casa a otra, a un departamento, a otra comuna o a otra región, me entusiasma, porque por ahora es todo lo gitana que puedo ser y me da libertad.


Es rico cambiar las rutinas, el olor de tu ambiente, que el sol penetre por distintas ventanas y en distintos horarios. Es agradable ir percibiendo los pulsos del barrio, descubrir un negocito por acá, un atajo o un recorrido distinto para llegar a la casa o a tomar la micro.


Cuando me entró de veras el bichito de cambiarme esta última vez, una persona me dijo si no me preocupaba no darle estabilidad a mi hijo, andar de un lugar a otro. Yo como que me descoloqué… Pero entendí después.


Para mí el cambio de casa ha sido bueno y difícil, obvio, pero por sobre todo, creo que me ayudó diferenciar la casa del HOGAR. Ese que formamos el Peque y yo, no importa dónde estemos, a partir de nuestras rutinas y con nuestros códigos. Y lo más probable es que me siga cambiando y cambiando, aunque odie el proceso en sí, porque el hecho de habitar un lugar nuevo es una invitación a recomenzar, a cambiar ciertas cosas y apropiarte de otro espacio.

2 comentarios:

Memoriona dijo...

Me ha tocado cambiarme, aunque nunca tantas veces. De verdad que uno termina odiando las cajas de cartón. Es lindo cambiar de aire, cambiar de paisaje, cambiar de rutina. Felicitaciones.
Y qué bueno que retomaste el sano habito del blog.
Saludos

Memoriona dijo...

Mil perdones, debe decir hábito, con tilde