viernes, 4 de julio de 2008

7 AÑOS TÚ Y YO



Como en el comercial rancio de no sé qué fundación pro vida, debo reconocer que no sé qué sería de mi vida sin el peque. Seguramente habría hecho muchas cosas que debieron postergarse, como viajar y estudiar afuera, vivir sola y disfrutar mi independencia.

Cada vez que veo a una madre de mi edad que dice que la maternidad ha sido una experiencia maravillosa, no puedo evitar mirarla como bicho raro. ¿De qué está hablando? Yo me he pasado los últimos 7 años cultivando la culpa y el malabarismo, para intentar que todo lo que hago me salga medianamente bien.

Y mientras conjugo maternidad-con-pareja-con-trabajo-con-estudios-con-amigas-con- familia, mi propia madre mueve la cabeza de lado a lado y no entiende la razón de todo este frenesí de intentar estar en todas y de nunca tener tiempo para nada.

Yo amo al peque por sobre todo, soy increíblemente feliz viéndolo crecer y con todas las cosas que dice y que hace. Soy feliz cuando se asoma en mi pieza por las noches y se acuesta al lado mío y me abraza; adoro sentir su aliento calientito y muchas veces cuando él duerme acerco mi nariz a su boca, tal como cuando recién lo conocí. Es un gesto instintivo, como de oler a la cría y sentirla viva, que me provoca mucha ternura y seguridad.

Me encanta cuando aparece a las 9 de la noche para recordarme que están empezando las noticias, porque sé que lo que él busca ahí es compartir un momento conmigo, o cuando usa una palabra difícil (“Y qué es clonar”?) y entrega el significado correcto (“hacer varias copias de una persona, po!”).

Soy feliz también porque él me necesita, porque desde que él apareció en mi vida, hay alguien para quien yo soy indispensable, única, inigualable, pese a que hay mucha gente que lo adora.

Pero eso no quita que todo este tiempo juntos hay sido un proceso lento, en que nos fuimos conociendo. Ha sido un verdadero ejercicio de paciencia, de generosidad, de desprendimiento, que empieza de nuevo todos los días. En ningún caso siento que haya dejado de hacer algo importante por él, sino sólo que la vida me obligó a tomar un desvío que a la larga se convirtió en un camino principal.

Cuando me pregunto cómo voy a seguir para adelante, trato de mirar cómo lo hice para atrás, sobre todo en este tiempo en que hemos sido sólo él y yo en la casa, y ya tenemos nuestras propias rutinas armadas.

Ay chiquito lindo! No sé en realidad qué haría sin ti!

1 comentario:

Memoriona dijo...

Qué lindo. Pucha Dani, no sabes cómo te entiendo.
Un abrazo